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C'est fini

Me acaban de avisar que murió alguien que no conocía y que, sin embargo, sí conocía. Es como cuando se muere un personaje en una novela, un personaje con el que uno ha reído, ha llorado, ha querido y, a veces, ha odiado. Pero se muere y el vacío, por mucha animadversión que le tengamos, nunca será mejor que el silencio.

Acaba de morir un personaje en la novela de mi vida. Ni siquiera se trata de un personaje secundario. Con suerte aparecería en algún capítulo y el lector se acordaría de él porque, tal como a mí, me hizo reír mucho, mucho más que a los que tenía más cerca, seguramente.

Fue un personaje con todas sus letras, alguien que se escapaba de las páginas del libro y que, al mismo tiempo, se escapaba de su propia existencia. Era más que ella misma y era más de lo que decían que era.

Hoy se fue alguien que, en realidad, nunca existió en carne y hueso para mí y que, por lo mismo, por existir sólo en escritos, pensamientos y conversaciones, seguirá para siempre.

PD: especialmente dedicada a un buen amigo. Por si algún día lo lees, te quiero mucho.

Defensa del Día Internacional de la Mujer

Parto aclarando que nunca me ha gustado el asunto este de los días D. Seguro Normandía también fue un asunto publicitario tramado por una conspiración internacional de expertos en marketing.

Fuera de bromas, creo que por mucho marketing que haya detrás de los “Días D”, se cumple la función de visibilizar ciertas problemáticas. Por supuesto aquí no hablo del día de la mamá/papá/san valentín sino de aquellos de índole social (por llamarlo de alguna manera) como el día del inmigrante, del trabajador o de la mujer.



Parto confesando que hasta hace no mucho tiempo atrás yo no era partidaria de la llamada discriminación positiva. Me resultaba odioso pensar que las mujeres teníamos que tener un cierto bono extra simplemente por tener un cromosoma X adicional. Sin embargo, con el tiempo le he ido encontrando sentido y les voy a explicar porqué.


El argumento típico para oponerse a la discriminación positiva es la meritocracia: si la mujer es lo suficientemente buena, entonces debería competir de igual a igual con los hombres. Y es cierto, no lo voy a contradecir. El problema es de base, es un error pensar que las mujeres partimos con el mismo piso que un hombre. Esto, por supuesto, no tiene que ver con limitaciones intelectuales, sino con una dinámica social que afecta, sobre todo, a las mujeres profesionales. Me explico: ¿han visto quiénes son los que siempre se quedan haciendo horas extras en las oficinas? ¿quiénes son los que siempre tienen tiempo para ir de happy hour? ¿quiénes, por lo general, no tienen problemas para trabajar los fines de semana con tal de ganar más o asegurarse en un puesto?


¿Adivinaron?


Me comentaban una vez que hay empresas trasnacionales que tienen por política un cupo X para mujeres en el directorio de la empresa. No recuerdo si el asunto era paritario o no, pero el punto era que gracias a esas mujeres se implementaron políticas que con hombres no se habrían hecho. Un ejemplo: a las 6 termina el horario de oficina y a las 6.30 se corta la luz de todo el edificio para que nadie “capee casa” en el trabajo.


La razón es muy simple: el mercado del trabajo muchas veces sobreentiende (con razón o sin ella) que los hombres tienen más tiempo para gastarlo miserablemente invertirlo en el trabajo que las mujeres. Y, lamentablemente, muchos hombres le dan la razón “capeando casa” en la pega o, simplemente, aceptando condiciones de trabajo semi esclavistas.


¿Resultado? Ellos siempre parecen tener más tiempo y estar más dispuestos al trabajo, mientras que las mujeres, sobre todo aquellas que tienen hijos, tienen más responsabilidades fuera del trabajo y, por lo tanto, no están disponibles para trabajos de más de 8 horas al día (lo que además es un atentado contra la vida personal, familiar y el tiempo de ocio de las personas).


Simplemente a veces la meritocracia no alcanza. Vivimos en un mundo hecho por y para hombres, y no se trata de que ellos tengan la culpa, muchas veces ni ellos ni nosotras nos damos cuenta de las pequeñas cosas diarias en las que no estamos consideradas. Hay cosas que no cambian si no son por decreto.


Además, por mucho que algunas mujeres se quieran hacer las liberales y las sex and the city, somos nosotras las que, por iniciativa propia, presión social o tradición, nos seguimos haciendo cargo de la casa. Muchas aspiran a ser la súper mujer: cumplir en el trabajo, llegar a la casa, mudar a la guagua, cocinar y estar sexy para el marido.


¿Por qué hacemos todo eso si no queremos/no damos abasto/no es necesario? Porque todavía estamos en proceso de acostumbramiento a nuestros nuevos roles en la sociedad y no podemos pedir que eso pase rápido después de miles de años de estar en segundo plano y de ser consideradas personas de segunda categoría (con suerte. En el caso de los musulmanes ni siquiera se llega a esto).


A veces no nos damos cuenta que hasta hace unos 50 años seguíamos siendo poco más que la lavadora que hacía masajes en los pies y la cocina siempre lista. Mi generación –la sub30- lamentablemente subvalora de una manera vergonzosa la lucha de nuestras madres, abuelas y bisabuelas.


Hace 100 años las mujeres no éramos ciudadanas, no teníamos derecho a voto, no teníamos derecho a decidir si tener o no hijos ni cuándo. No trabajábamos, no estudiábamos y la máxima aspiración era casarse con un hombre que, al menos, no fuera borracho y no nos pegara.


Muchas mujeres jóvenes reniegan hoy de las luchas feministas de antaño haciendo pobres estereotipos de mujeres “amachadas”, amargadas y pegadas con el tema del sexo. Lo he escuchado y lo encuentro patético. Podemos no estar de acuerdo con algunas formas, pero en el fondo hoy tenemos lo que tenemos gracias a esas mujeres que en algunos casos dieron su vida para que nosotras hoy podemos votar, trabajar y vivir como mejor nos parezca.


Sin embargo, la tarea no está completa y por eso es importante conmemorar días como hoy, no para celebrar sino para pensar en lo que hemos avanzado y lo que nos falta. No solamente las mujeres, sino como sociedad.


El Día internacional de la Mujer no es una celebración, es un recuerdo de lo que hemos sido y una promesa de lo que podemos llegar a conseguir.

¿Cómo funcionan los Parques Nacionales en Argentina?

Necesito un argentino. Esto es casi de utilidad pública, en serio se los digo. Necesito un argentino (o argentina) que me explique cómo demonios funciona el sistema de parques nacionales allende Los Andes. Paso a contarles porqué.

Estas vacaciones (y siguiendo con la tendencia impuesta el año anterior) me fui a recorrer el sur. El itinerario este año incluía pasar por la ruta de los 7 lagos y San Martín de los Andes en el Parque Nacional Nahuel Huapi en Argentina. Y así lo hicimos.

Primero fuimos a Villa La Angostura. Yo me imaginé un pueblo pequeño, pero en realidad es un poblado turístico lleno de hostales. Ya comenzaba a atardecer así que preguntamos en un camping privado, de los que en Argentina llaman “organizados”. Les resumiré: un camping organizado es como armar la carpa en el jardín de la casa. Para niñitas. En el que preguntamos nosotros lo que más le interesaba mostrarnos a la chica era el baño… el baño!!! Yo buscaba un camping, un sitio limpio y con agua y baño, no una zona recreativa para niñitas!

Además, el folleto que nos pasó publicitaba que, como gran cosa, contaban con agua caliente, electricidad y seguridad (tenían una barrera de como 2 metros, no me acuerdo si era electrificada, y un nochero que vigilaba). Me cuesta imaginar un camping menos camping que eso.

Los otros 2 tipos de camping que se ofrecen allá son el llamado “agreste” y el “libre”. Este último es el único “supervisado” directamente por la Administración de Parques Nacionales, aunque, como su nombre lo indica, es en realidad totalmente libre. Se trata, básicamente, de encontrar el sitio que mejor te acomode, en cualquier parte y, por supuesto, sin ningún servicio básico. El problema con este tipo de camping es que, al no estar regulado, no tiene ningún tipo de control de daño sobre el medioambiente como por ejemplo hacer fuego, sacar leña del bosque, ocupar agua de ríos, vertientes o lagos y ensuciarlos con productos químicos, etc. tampoco, por supuesto, da ninguna garantía para los campistas. Básicamente el Estado te está diciendo que le hagas el negocio a los privados pagando campings agrestes u organizados.

Lago Espejo Chico y nuestra vista a la hora del desayuno.

Los agrestes son lo más parecido a las áreas que Conaf destina para hacer campings en Chile, pero mucho menos regulado. Un camping agreste cuenta con sitios de acampada, usualmente con mesa, y baños, además de las proveedurías que usualmente tienen los dueños. Sin embargo, los sitios no están debidamente delimitados y se sigue con la norma de los libres de “ubícate donde encuentres lugar”. Se paga por persona (en Chile se paga a Conaf por sitio, independiente del número de personas que allí pernocten) y a nosotros nos cobraron un adicional por ir en auto.


Lo que me preocupa no es que sean privados los que administren prácticamente por completo un área en teoría protegida por el Estado, sino que me encantaría saber cómo colaboran con el mantenimiento del medioambiente y de una reserva natural única. Por lo que pudimos apreciar nosotros es bien poco, pero como estuvimos un tiempo muy reducido, creo que sería mejor que nos explicara alguien que conoce más del tema en ese país.


Otra vista del Espejo Chico.

En nuestro recorrido, además, nos tocó ver una gran cantidad de carteles de venta de terrenos ya sea para uso comercial o como parcela de agrado, una figura que no existe en nuestros parques nacionales (aunque creo que sí en el caso de las reservas).


El punto no es tan sorprendente si se toma un mapa y se nota la cantidad de territorio que cubren los parques de Nahuel Huapi y Lanín, una barbaridad comparado con cualquier de nuestros parques nacionales (quizás si juntamos todos los nuestros alcancemos las dimensiones de sólo esos 2 en Argentina).


Vale, el sitio es inmenso, genial, pero me gustaría saber a qué costo. Por lo que pudimos ver el costo era que no había una protección efectiva de las especies de flora y fauna nativa: se veían bastantes pinos en el paisaje y vacas paseando y comiéndose libremente la flora nativa. Además, el único guardaparques con que nos encontramos no nos supo dar ninguna información turística y ni siquiera nos cobró la entrada al parque y más encima al lado del único campamento que finalmente hicimos nos tocó una pareja de viejos que juraba que estaba en un balneario, se lavaban los dientes en el lago y tenían a Nino Bravo y Marco Antonio Solís a todo chancho (rogábamos porque se les terminara la batería del auto. No sucedió).

Municipalidad de San Martín de Los Andes.



En fin, si bien la experiencia fue un tanto curiosa, lo pasamos muy bien y vimos paisajes maravillosos.